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Je suis enchantée de votre visite! Remarquez que ce blog (n'est pas un blog-périodique), est construit autour des (désignés comme) voix et regards au féminin et au masculin à travers les contributions de l'Art. Il ne me reste que vous désirer deux toutes petites choses: qu'ayez plaisir ici et... qu'il soit partagé=comenté:-) avec moi.

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!Hola! !estoy encantada con tu visita! mira una cosilla: este blog no es de edición diária ?vale?. Es un blog centrado en las (designadas como) voces y miradas en el femenino (y en el masculino), segundo las aportaciones de L'Arte. Mis votos de que disfrutes por acá y... de que puedas compartir conmigo ese placer :-).
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18 April 2007

sobre mentiras, segredos e silêncios - Adrienne Rich

«La vieja idea masculina del Honor. La "palabra" de hombre es suficiente garantía para otros hombres. "Nuestra tierra libre, Nuestros hombres honestos. Nuestras mujeres fértiles" - era un brindis popular en la América colonial.

El honor de los machos tiene algo que ver con el matar: No podría amarte, querida, si no amara más al Honor ("A Lucasta, en Yendo a las Guerras"). El honor macho es siempre algo que necesita ser vengado; de ahí el duelo.

El Honor de las mujeres es totalmente otra cosa; virginidad, castidad, fidelidad al marido. La Honestidad en las mujeres nunca se ha considerado importante ya que hemos sido generalmente representadas como caprichosas, engañosas, sutiles, vacilantes y a menudo hemos sido premiadas por mentir.

De los hombres se ha esperado que digan la verdad sobre los hechos, no sobre los sentimientos de los que nunca se ha esperado que hablasen en absoluto. Sin embargo, incluso sobre los hechos ellos han mentido continuamente.

Asumimos que los políticos no tienen honor y leemos sus declaraciones tratando de romper el código. Lo escandaloso de su política no es que los hombres de posiciones elevadas mientan, sino que lo hacen con gran indiferencia y muy a menudo mientras esperan que todavía les creamos. Nos han acostumbrado al desprecio inherente a la mentira política.

Sin embargo, descubrir la mentira en una relación personal, la lleva a una a sentirse un poquito trastornada.

La mentira se hace con palabras y también con silencios. La mujer que dice mentiras en sus relaciones personales puede o no premeditar e inventar sus mentiras. Puede ser que ni siquiera piense de una forma calculada lo que está haciendo. Surge un tema que la mentirosa desea ignorar. Entonces se inventa algo: tiene que bajar porque su parquímetro está por terminarse, o debe hacer una llamada telefónica que debía haber hecho una hora antes. Cuando se le pregunta, a quemarropa, sobre una cuestión que puede conducirla a una charla dolorosa: "¿Cómo te sientes acerca de lo que está pasando entre nosotras?" En lugar de tratar de describir sus sentimientos, su ambigüedad y su confusión, ella pregunta, "¿Cómo te sientes tú?" Como la otra está tratando de establecer una base de apertura y confianza, empieza a describir sus propios sentimientos, así la mentirosa aprende más de lo que dice. Y puede que incluso diga a sí misma una mentira: que a ella le preocupan más los sentimientos de la otra que los suyos propios. Pero la mentirosa está realmente preocupada con sus propios sentimientos. La mentirosa vive con el miedo de perder el control. No puede siquiera desear una relación sin manipulación, ya que el ser vulnerable a otra persona significa para ella la pérdida del control. La mentirosa tiene muchos amigos y amigas pero lleva una existencia de gran soledad.

La mentirosa sufre a menudo de amnesia. La amnesia es el silencio inconsciente. Mentir habitualmente como forma de vida es perder contacto con el inconsciente. Es como tomar pastillas para dormir que propicia el sueño pero impiden el soñar. El inconsciente quiere la verdad. Deja de hablar a aquellos que quieren alguna cosa más que la verdad.

Hablando de mentiras llegamos inevitablemente al tema de la verdad. No hay nada sencillo o fácil acerca de esta idea, porque la "verdad", "una verdad", es algo inexistente, no es una cosa, ni siquiera un sistema. Es una complejidad que crece. El diseño del tapiz no es más que una superficie tramada. Cuando lo miramos más de cerca o cuando nos convertimos en tejedoras, aprendemos a conocer los múltiples hilitos que no se ven en el diseño general así como los nudos en la parte posterior del tapiz.

Esta es la razón por la cual es importante el esfuerzo de hablar honestamente. Las mentiras, por lo general, son intentos de la mentirosa por simplificar las cosas mucho más de lo que verdaderamente es o debería ser. Al mentir a otros/as terminamos sintiéndonos a nosotras mismas. Negamos la importancia de un acontecimiento o de una persona y así nos despojamos de parte de nuestras vidas. Utilizamos un aspecto del pasado o del presente para velar otro y de esta forma perdemos la fe hasta en nuestras propias vidas. El inconsciente quiere la verdad, tanto como el cuerpo. La complejidad y fecundidad de los sueños viene de la complejidad y fertilidad de la lucha inconsciente para satisfacer los deseos. La complejidad y fertilidad de la poesía se da gracias a esta misma lucha.

Una relación humana honesta - eso es, una en la cual dos personas tienen el derecho a usar la palabra "amor" -, es un proceso delicado, violento y a menudo terrible para ambas personas involucradas, un proceso por refinar las verdades que se pueden decir entre ellas. Es importante seguir este proceso porque echa por tierra la decepción y el aislamiento. Es importante porque siguiendo este proceso le hacemos justicia a nuestra propia complejidad. Es importante seguir este proceso porque se puede contar con muy poca gente que vaya por este duro camino junto a nosotras.

Regreso a la cuestión del honor de las mujeres. La integridad no ha sido considerada importante para las mujeres en la medida que seamos castas y permanezcamos físicamente fieles a un hombre. De nosotras se espera que mintamos con nuestros cuerpos: teñirnos, decolorarnos, o rizarnos el pelo, depilarnos las cejas, rasurarnos las axilas, ponernos rellenos en diferentes lugares o adornarnos con encajes, caminar con pasos cortos, esmaltarnos las uñas de los pies y las manos, y usar ropas que realcen nuestro desamparo.

Nos han exigido decir diferentes mentiras en diferentes tiempos, en función de lo que los hombres de cada tiempo necesitaban escuchar. A la esposa victoriana o a la dama blanca sureña, de quienes se esperaba que no tuvieran sensualidad alguna, se les pedía quedarse "impasibles"; de la mujer "liberada" del siglo veinte se espera que finja orgasmos. Hemos tenido la verdad de nuestros cuerpos retenida o distorsionada para nosotras mismas; nos han mantenido en la ignorancia acerca de nuestros propios lugares más íntimos.

Nuestros instintos han sido castigados; la clitoridectomía para monjas "lujuriosas" o esposas "difíciles". Para nosotras ha sido también difícil re-conocer las mentiras de nuestra complicidad, aquellas mentiras que creíamos. La mentira del "matrimonio feliz", de la domesticidad. Hemos sido cómplices, hemos practicado la ficción de la vida bien llevada hasta el día que testimoniamos ante el tribunal sobre las violaciones, las palizas, las crueldades psíquicas y las humillaciones públicas y privadas. La mentira patriarcal ha manipulado a las mujeres tanto a través de falsedades como de silencios. La información que necesitábamos nos ha sido retenida. Testigos falsos han sido creados contra nosotras.

Es por ello que debemos tomar muy seriamente la cuestión de la sinceridad entre mujeres, y de la sinceridad con mujeres. A medida que dejamos de mentir con nuestros cuerpos, que cesamos de creer eso que los hombres han dicho de nosotras, ¿se está creando una verdadera idea del honor mujeril?

Las mujeres han sido forzadas a mentirles, a los hombres, para sobrevivir. ¿De qué forma podemos desaprender todo esto junto a otras mujeres?
"Las mujeres siempre se han mentido unas a otras".
"Las mujeres siempre se han susurrado la verdad unas a otras".
Ambos axiomas son ciertos.
"Las mujeres han estado siempre divididas unas contra otras".
"Las mujeres han estado siempre en colusión secreta".
Ambos axiomas son ciertos.

En la lucha por sobrevivir decimos mentiras. A los jefes, a los guardias en las prisiones, a la policía, a los hombres que tienen poder sobre nosotras, a los que legalmente nos poseen y poseen a nuestros hijos e hijas, también a nuestros amantes que nos necesitan como prueba de su virilidad.

Existe un peligro que nos afecta a todas y todos los desposeídos, esto es, olvidamos que estamos mintiendo o que la mentira es un arma que llevamos a nuestras relaciones con la gente que no tiene poder sobre nosotros.

Quiero reiterar que cuando hablamos sobre las mujeres y el honor, o las mujeres y la mentira, hablamos dentro del contexto de la mentira masculina, las mentiras de los poderosos, la mentira como una falsa fuente de poder. En las relaciones que establecemos entre nosotras, las mujeres tenemos que pensar si deseamos el tipo de poder que puede ser obtenido a través de la mentira.

Durante siglos las mujeres hemos sido enloquecidas "con luz de gas", en un continuo refutar como válidas nuestras experiencias y nuestros instintos inmersos en una cultura que sólo convalida las experiencias masculinas. La verdad sobre nuestros cuerpos y nuestras mentes ha sido mixtificada para nosotras. De ahí que tengamos una obligación primordial entre nosotras: no socavar el sentido de realidad de cada una en aras de la conveniencia; no darnos luz de gas entre nosotras.

A menudo hemos enloquecido tratando de penetrar en la verdad de nuestra experiencia. Nuestro futuro depende de la cordura de cada una de nosotras y tenemos que jugarnos el todo por el todo, más allá de lo personal, en el proyecto de describir nuestra realidad tan cándidamente y tan completa como sea posible.

Existe un cierto tipo de frase hecha que no nos ayuda a admitir que estamos mintiendo: "mi intimidad", "esto es asunto propio". Las opciones que subyacen en estas frases pueden en verdad estar justificadas, sin embargo debemos pensar acerca del significado completo y de las consecuencias de tal lenguaje.

El amor de las mujeres hacia otras mujeres ha sido mostrado en gran medida a través de silencios y mentiras. La institución heterosexual ha forzado a la lesbiana a disimular so pena de ser etiquetada como una pervertida, una criminal, una mujer peligrosa o enferma, etc., etc. De ahí que la lesbiana haya sido a menudo forzada a mentir de la misma forma como lo hacen las prostitutas o las mujeres casadas. Tal vez por necesidad y porque la ley y la opinión pública también se basan en una mentira, estamos mintiendo acerca de nosotras mismas ante jefes, caseros, clientes, colegas, y ante la familia. ¿Puede esta vida secreta extenderse a la vida privada, de modo que la mentira (definida como discreción) se convierta en una vía fácil para evitar conflictos y complicaciones? ¿Puede esto volverse una estrategia tan arraigada que se acaba por practicar incluso en el trato con amigas íntimas o amantes?

La heterosexualidad como institución también ha ahogado en silencio los sentimientos eróticos entre mujeres. Yo misma viví media vida mintiendo al negar eso. Ese silencio nos hace a todas, en algún grado, mentirosas. Cuando una mujer dice la verdad está creando la posibilidad de que haya más verdad alrededor de ella.

La mentirosa lleva una existencia de soledad intolerable. La mentirosa tiene miedo. Pero todas tenemos miedo: sin él nos volvemos maniáticas y autodestructivas. ¿Qué es este miedo especial que se apodera de la mentirosa? Tiene miedo de que sus propias verdades no sean suficientemente válidas. Tiene miedo, no tanto de los guardianes de la prisión o de sus jefes sino de algo innombrable dentro de ella. La mentirosa teme el vacío. El vacío no es algo creado por el patriarcado, o por el racismo, o por el capitalismo. Tampoco se irá con ellos. Es parte de cada mujer. "El núcleo oscuro", lo nombró Virginia Wolf, al escribir sobre su madre. El núcleo oscuro, va más allá de la personalidad, más allá de quien nos ama o nos odia.

Surgimos del vacío, de la oscuridad del hueco. Es parte del ciclo divulgado por las viejas religiones paganas que el materialismo niega. Después de la muerte, el renacimiento; después de la nada, algo. El vacío es lo creador, la matriz. No es únicamente lo ahuecado y la anarquía. Y sin embargo en las mujeres se ha identificado con el desamor, con la infecundidad y la esterilidad. Se nos ha obligado a llenar nuestro "vacío" de hijos. Se supone que no debemos bajar a la oscuridad de ese núcleo. Sin embargo, si nos arriesgamos, lo que nace de esa nada es el comienzo de nuestra verdad. La mentirosa, en medio de su terror, quiere llenar el vacío con cualquier cosa. Sus mentiras son una negación de su miedo, una manera de mantener el control.

¿Por qué nos sentimos terriblemente despreciadas cuando nos damos cuenta de que nos han mentido en una relación? Tomamos como verdadero mucho de lo universal. Me dices: "En 1950 yo vivía en el lado norte de Bacon Street en Somerville". Me dices: "Ella y yo fuimos amantes, pero desde hace meses sólo somos buenas amigas". Me dices: "Afuera hace una temperatura de treinta grados y el sol está brillando". Porque te amo, porque no existe la menor duda de una mentira entre nosotras, tomo estos hechos universales como verdaderos: tu dirección de hace veinticinco años, tu relación con alguien que conozco sólo de vista y la temperatura de esta mañana. Lanzo zarcillos inconscientes de confianza, como delgados hilos verdes, sobre declaraciones como éstas, declaraciones hechas con tanta seguridad que no tienen el menor tono de asombro o duda. Las integro al mosaico de mi mundo. Permito que mi universo cambie, minuto a minuto de forma significativa con base en las cosas que me dices, con base en la confianza que te tengo. También tengo la confianza en que me dices cosas que son importantes, cosas que yo debo saber; que no me escondes hechos para evitarme o evitarte un dolor. O, al menos, que dirás, "Hay cosas que no te estoy diciendo".

Cuando descubrimos que ya no podemos confiar en alguien a quien le teníamos confianza, nos vemos forzadas a reexaminar el universo, a cuestionar en su totalidad el concepto o el instinto de la confianza. Durante algún tiempo somos arrojadas a un desierto, proyectadas al borde, acribilladas en la oscuridad por sábanas de fuego, barridas por una cortina de lluvia en un mundo que existía antes de las relaciones familiares, o de poner nombres, o de la ternura; somos conducidas hacia lo informe.

La mentirosa puede resistir la confrontación y negar que mintió. O puede utilizar otro lenguaje: olvido, privacidad o protección a una tercera persona. O puede declararse, valientemente cobarde. Esto le permite seguir mintiendo ya que eso es lo que hacen las cobardes. No dice, yo tenía miedo, ya que esto le permitiría tener otros modos de manejar su miedo. Se abriría la posibilidad de enfrentar lo que se teme en la actualidad. Ella puede decir, Yo no quería causar dolor. Cuando lo que en verdad ella no quería era tener que confrontarse con el dolor de la otra. La mentira es un atajo hacia la personalidad de la otra.

La confianza y el respeto no son algo que surge espontáneamente: tienen que ser creados entre dos personas. Esto también es cierto para situaciones políticas. La calidad y la profundidad de la política que evoluciona a partir de un grupo dependen, en gran parte, de lo que éste entienda por respeto. Mucho de lo que estrechamente se denomina como "política" parece descansar sobre la certeza ancestral de un análisis que, una vez dado, no necesita ser reexaminado aún a costa de la honestidad. Tal es el callejón sin salida del marxismo para las mujeres de nuestro tiempo. Expresarse verazmente comporta un alto grado de complejidad. Pero se trata de un movimiento en evolución. Las mujeres sólo estamos empezando a descubrir nuestras propias verdades; muchas de nosotras estaríamos agradecidas si pudiésemos tomar un descanso en esta lucha, estaríamos contentas con volver al lado de los trastos viejos que dolorosamente hemos desenterrado y quedarnos satisfechas con ellos. A menudo siento esto como un agotamiento en mi propio cuerpo. La política que vale la pena tener, las relaciones que valen la pena tener, exigen que escarbemos aún más profundo.

Las posibilidades que pueden darse entre dos personas, o entre un grupo de personas son una especie de alquimia. Son lo más interesante que existe en la vida. La mentirosa es alguien que continúa perdiendo de vista estas posibilidades. Cuando las relaciones están determinadas por la manipulación o por la necesidad de control, pueden contener cierto tipo de drama pendencioso y melancólico, pero cesan de ser interesantes. Se vuelven repetitivas y el encuentro de las posibilidades humanas deja de resonar a través de ellas. Cuando alguien me dice un pedazo de verdad que se me había ocultado antes y que yo precisaba para ver mi vida más claramente, puede que me traiga un dolor agudo, pero puede también inundarme con una brisa marina fría que me lave y me alivie. A veces tales verdades, nos llegan accidentalmente, o a través de personas extrañas.

No es que para tener una relación respetuosa contigo, deba entender todo o decirte todo a la vez, o que pueda saber de antemano todo lo que yo necesito decirte. Significa que la mayor parte del tiempo estoy impaciente, añorando la posibilidad de decírtelo. Que estas posibilidades pueden asustarme, pero no destruirme. Que me siento lo suficientemente fuerte para escuchar tus palabras de tanteo y vehemencia. Que las dos sabemos que estamos intentando, todo el tiempo, extender las posibilidades de confianza entre nosotras. Las posibilidades de una vida entre nosotras.»

In Rich, Adrienne, Sobre mentiras, secretos y silencios, Barcelona, España, Ed. Icaria, 1983, pp. 222-231.

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